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Camino Aragonés

Ruesta - Sangüesa

Ruesta - Sangüesa

Ruesta - Sangüesa (14/8/2001).

 

 Etapa notoriamente más corta, con una trayectoria al principio ascendente después descendente y por último llana durante 10 km. Salimos a las 7 en punto de la mañana, allí nos despedimos de Mariano que se levantó para desearnos buen camino. La persona que empezó conmigo y que ha quedado en el camino. El Camino de Santiago es como la vida, en él vas conociendo gente que te acompaña durante un tiempo y que se van quedando.

 

Salimos todos juntos de Ruesta, aunque no duró mucho.

 

Desde la salida del albergue se baja hasta el camping, que apenas está a medio kilómetro. Allí es posible coger agua de una fuente. Medio kilómetro adelante hay una ermita que vale la pena observar. Todo este recorrido se ha hecho entre árboles. Por la hora y la tormenta de la noche anterior la humedad es considerable. El frescor es una maravilla. En seguida empezamos una subida que nos hará salvar un desnivel de 400 metros en unos 5 Km. Toda esta subida se realiza por un camino forestal muy bien marcado y entre pinos. Es una hora y media que en determinados momentos me recuerda mis habituales subidas de la Fuenfría. El grupo se disgrega en dos grupos. El primero los maños y yo y otro el matrimonio, Carmen y Paquito. Nosotros vamos más deprisa y enseguida perdemos de vista al otro grupo. De los tres de mi grupo el más flojo soy yo. Vicente, el maño más joven (34 años) y sobrino del otro, es un albañil acostumbrado a subir y bajar materiales de obras por escaleras, y cuando sube acelera el ritmo haciendo que las subidas sean más rápidas que cuando se llanea. En esta cuesta se permitió encender un puro a mitad de subida cuando yo ya iba echando el "bofe". El otro maño es Francisco. Tiene unos 50 años y es tío de Vicente. Es más hablador que su sobrino y el jefe del grupo de los maños, el sobrino tiene adoración por el tío. Durante la cuesta aunque no aguantaba el ritmo del sobrino si conseguía un ritmo ligeramente superior al mío. Aunque le llamo maño Francisco es de Jaén, eso sí lleva 30 años viviendo en Zaragoza.

 

En una hora y media llegamos a la parte más alta de los montes del pantano de Yesa. Desde este punto se inicia una trepidante bajada durante 5,5 Km. hasta Undués de Lerda. Un poco antes de entrar en el pueblo se pisa una calzada romana. Es sorprendente que toda la subida se realiza entre árboles y en la bajada no hay ni uno.

 

A las 10:30 se llegó al pueblo e intentamos desayunar. Fue algo imposible pues el único bar del pueblo está cerrado pues al parecer el día anterior habían estado de fiestas y no se abría hasta la 13 horas. Intentamos ir al albergue pero la gente que lo lleva es la misma que se encarga del bar y al preguntar nos echaron del albergue con muy malas formas. Después de descansar un rato y beber un poco de agua llegaron nuestros compañeros. Después de dar novedades y de hacer una vuelta por el pueblo emprendimos el camino en los dos grupos que habíamos establecido. Ellos llegaron sobre las 11:00 y salimos del pueblo a las 11:15 nosotros y ellos a las 11:20.

 

Vicente me dio una barrita energética y con ese maravilloso desayuno, ese día no nos dieron nada en el albergue de Ruesta. Emprendimos el Camino con un cierto cabreo por las escasas posibilidades culinarias de pueblos como Undués de Lerda, que aunque este muy arreglado arquitectónicamente por las ayudas europeas, en el trato deja algo que desear.

 

Dos kilómetros más adelante un cartel nos indica la salida de Aragón y la entrada en Navarra. El cambio se nota hasta en el camino, las piedras desaparecen y el camino es liso como una carretera.

 

Desde aquí se empieza a recorrer una pista con unas rectas llanas impresionantes que permiten ver a más de un kilómetro por delante y por detrás. Este fue uno de los momentos inolvidables pues era posible vernos todos, los tres que íbamos por delante a buen ritmo (teníamos hambre) y el grupo del matrimonio disgregado por detrás. Paquito había decidido alcanzarnos y tras él se había ido Carmen, quedando en la cola Julio y Mavi. En esta configuración estuvimos durante cerca de una hora hasta que en lo alto de una cuesta el Camino se desvía a la izquierda, ahí decidimos parar y esperar al resto. La verdad es que Paquito estaba a punto de alcanzarnos y que Julio y Mavi tardaron unos 5 minutos en llegar. En ese punto decidimos tomar un poco de aire y regularizar el paso para ir todos juntos. Desde ese instante no se volvió a disgregar el grupo hasta Monreal, final de la etapa siguiente.

 

El camino pasa entre diferentes cultivos de vid y de maíz para alcanzar en unos dos kilómetros Sangüesa. Llegamos sobre las 13 horas. Buscamos enseguida el albergue para dejar las mochilas e ir a comer algo, desde las 7 de la mañana apenas había comido una barrita energética. Este se encuentra en la calle Labrit y lo regentan las Hijas de la Caridad, quienes lo mantienen limpio y acogedor como pocos refugios; basta decir que ofrecen sábanas y mantas. A pedir la llave entramos Julio y yo a la residencia de ancianos que está al final del callejón. Después de un rato salió una monja que nos pidió las credenciales y nos anotó en el libro. Todos tuvimos que pasar por la residencia pues la credencial es obligatoria. El albergue está compuesto por 12 camas bastante separadas unas de otras en la planta superior. En la inferior hay un baño, una cocina y un comedor bastante amplio. El mejor albergue de los que conocí.

 

Una vez dejados los bártulos y después de pasar todos por la ducha, nos fuimos a comer a la calle Santiago, al restaurante Acuario. Fuimos por que lo marcaba la guía El País-Aguilar y la verdad fue increíble. Tomamos todos lo mismo, para empezar unas pochas con guindillas, cuando las comía la gloria conocí, entre el hambre y la exquisitez las lágrimas me caían, de segundo bonito fresco con tomate, un sabor impresionante, y por fin un flan casero de postre. Todo esto regado por un vino de la casa de Rioja. Con café el precio ascendió a 1300 Ptas., imprescindible volver. Durante la comida la conversación fue dar a conocer a Paquito las guindillas y las pochas.

 

Después de comer, a las 17:00, volvimos al albergue a dormir una bien merecida siesta. Yo no pude dormir y aproveche para concentrarme y reparar mis pies que empezaban a tener una ampolla. La restauré pinchándola y después bañándola con Betadine. También aproveche para dar un masaje con alcohol de romero. A las 19:00 me fui solo al centro para comprar algo para desayunar al día siguiente y pasarme por la farmacia. Compré leche, galletas y unas barritas energéticas ( no atiné con las que quería). También compré el ungüento del peregrino, una especie de grasa que parece que ayuda a quitar el dolor. También compre unas postales y unos sellos. Me senté en una mesa de un bar y escribí todas las postales.

 

A la vuelta al refugio me encontré a Paquito que había comprado una compresas de mujer para ponérselas en la planta del pie para que estas absorbieran el sudor y le solucionaran las ampollas. La broma fue instantánea, "haces trampa ya que con las alitas vas a ir volando".

 

Cenamos, en el mismo restaurante en el que habíamos comido, un súper bocadillo. A las 23:00 estábamos todos en la cama con el propósito de salir a las 7:00 horas.  Los maños nos anunciaron que el día siguiente iba a ser su último día.

 

En el día se dieron unos 35.000 pasos es decir unos 23 Km.

 

Una mañana muy dura y una maravillosa tarde.


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