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Camino Aragonés

Sangüesa - Monreal

Sangüesa - Monreal

Sangüesa - Monreal        (15/8/2001).

 

Nos levantamos a las 6:30 de la mañana y tras un breve desayuno dejé las llaves del refugio en el tiesto que hay a la puerta de la residencia de ancianos, donde nos dijeron que las dejáramos. Habíamos decidido tácitamente ir todos juntos en el día de hoy, luego las circunstancias corroboraron lo acertado de la decisión. Yo no me encontraba demasiado bien, la tripa la tenía revuelta, me había levantado con el pie cambiado.

 

De Sangüesa se sale por el puente que cruza el río Aragón. Se continua por la carretera N-240 y en seguida se llega a una desviación al lado de la Papelera. A la izquierda se sube a Rocaforte y cruza la sierra de Aibar para llegar a Izco, algunos dicen que es el camino más histórico y el más directo, pero al no estar totalmente señalizado en el pueblo aconsejan no utilizarlo, sino seguir de frente, hacia Liédena, para cruzar la espectacular Foz de Lumbier, que por sí sola, justifica esta segunda opción. Nosotros la tarde anterior preguntamos en la oficina de turismo y una amable señorita nos indicó justamente lo contrario, ir por Rocaforte. Menos mal que Julio y Francisco leyeron la guía del País y decidimos ir por la Foz.

 

Llegado al desvío se continua por la carretera al lado de una papelera, horror de olores y contaminación, hasta Liédena. Son 5 Km. por carretera que aunque se hacen a buen ritmo son un poco molestos por que la circulación es notable aún a esas tempranas horas de un día festivo. Sobre las 8:15 de la mañana llegamos a este pueblo que nos recibió con un coro que estaba cantando "mañanitas". Nosotros nos sorprendimos al verlos tan concentrados cantando sus melódicas y cursilonas canciones, y ellos también debieron sorprenderse al ver a un grupo de peregrinos. Todos los 15 de agosto, día de la Virgen, realizan este rito.

 

Con el cuerpo lleno de música atravesamos el puente sobre el río Irati que coloca al caminante en la pista de tierra que se dirige a Lumbier. En esta pista llana y sin dificultades fue donde se produjo mi única caída de todo el camino, fue por mirar hacia atrás y no observar un pequeño desnivel. No tuvo mayores consecuencias. En un par de Km. se llega a la entrada de la Foz.

 

La Foz de Lumbier es un estrecho desfiladero de 1,2 Km., tallado en la caliza por el río Irati. El hombre también contribuyó a modelar el lugar con la construcción de un ferrocarril entre Pamplona y Sangüesa, que horadó estos peñascos. Por sus túneles abandonados circula ahora el Camino. El primero de los túneles necesita la ayuda de linternas para atravesarlo pues no se ve el final desde el inicio, debe tener unos trescientos o cuatrocientos metros. En este túnel perdí la gorra que tenía mi nombre, siempre hay que algo perder y algo que ganar.

 

 Una vez dentro de la Foz se puede observar arriba, entre las crestas y en muchas ocasiones volando, una de las mayores colonias de buitres y águilas del prepirineo. El segundo túnel es mucho más corto y no necesita linterna. Cuando salimos de este túnel hay un área de descanso donde realizamos el almuerzo, eran las 9:00 horas. Como el día anterior había sido tan escaso en comida todos llevábamos avituallas. No desayune en exceso pues mi tripa todavía no estaba asentada.

 

A las 9:30 continuamos el camino hacia Lumbier que apenas distaba un par de Km. Desde Lumbier un camino de reparcelación nos lleva de forma muy recta y un poco ondulante hasta el alto de Loiti. Son siete Km. que sólo se ve aproximarse el alto, se atraviesan dos pequeñas poblaciones la primera Nardués, lugar donde realmente se inicia la ascensión y donde la señalización deja bastante que desear, nosotros nos confundimos y llegamos hasta la carretera donde debimos retroceder para coger el camino verdadero, una faena para el peregrino. El segundo es Aldunate donde charlamos un rato con una señora que nos contó que todos los del pueblo eran familia. Gente amable, simpática y con ganas de hablar es fácil encontrársela en estos pueblos pequeños al estar muy solitarios.

 

Desde este pueblo la traza se convierte en senda que asciende ya sin más reparos hacia el alto de Loiti, donde se va a reencontrar con la N-240. En la subida hay varias puertas de metal para que no se escape el ganado. Según íbamos llegando al alto el tiempo se iba nublando y estropeando el tiempo, pero nada más llegar empezó a chispear primero y después a caer "chuzos de punta". En un primer momento nos resguardamos bajo unos chaparros en el mismo alto y aprovechamos para pertrecharnos contra la lluvia, chubasqueros de mochila y chubasqueros y capas de personas. Como se vio que no paraba decidimos tirar deprisa y sin parada hacia Izco (4 Km.) por la carretera. El camino le supusimos lleno de barro y por eso se evitó. En la bajada primero fue Francisco, dando un buen ritmo, después Julio, Mavi (corriendo), Carmen, yo, Paquito y Vicente. Yo iba lo más pegado que podía a Carmen pero cuando vi que perdía ritmo y se alejaba de Mavi aceleré para adelantarla e intentar marcarla el ritmo para que no hubiera demasiada distancia. La tormenta juntaba agua fina, que golpeaba en las piernas y daban la sensación de agujas pinchándote, y una fuerte ventolera que me hizo pensar que podría levantar a la pobre Carmen al hacer el poncho de vela. Los coches tampoco ayudaron ya que salpicaban el agua cuando pasaban a nuestro lado.

 

Ya llegando a Izco hay un desvío donde en un garaje de una granja de patos nos protegimos y descansamos 5 minutos antes de emprender la breve subida al pueblo. En estos cinco minutos dejó de llover pero ya nos encontrábamos suficientemente mojados como para parar en el albergue de Izco e intentar comer algo. Subimos trescientos metros y nos encontramos el albergue donde estábamos solos con la propietaria. Allí nos quitamos las botas y la ropa mojada. La señora vendía como en una tienda los artículos, pasta, tomate frito, latas de judías, pan, lechuga, tomate, cebollas, etc.; y los peregrinos se lo preparaban como querían, cobrando un tanto por el uso de la cocina. El peregrino aparte de cocinar tenía la obligación de dejar la cocina como se la hubiera encontrado. Este supermercado con uso de cocina, nos supuso 650 Ptas. por persona por comer, espaguetis con tomate y salchichas, una ensalada y un café. Bueno por lo menos nos sirvió para descansar hasta las 15 horas y podernos secar. (llegamos sobre la 13 horas). Mi tripa no estaba demasiado bien.

 

Después de comer y de descansar los cuerpos salimos del pueblo por una pista de concentración parcelaria que discurre a las localidades de Abinzano y Salinas. En ninguno de las dos hay servicios. Antes de entrar en el segundo hay una fuente que es el inicio de una senda que enseguida desemboca en una pista forestal que nos llevó hasta Monreal. Llegamos sobre las 18 horas. El párroco nos indicó el camino al albergue. Este es totalmente nuevo, tiene dos plantas, en la de arriba están las literas, espacio para treinta personas, y abajo están los aseos y la cocina / comedor. Allí me duche e hice la colada. Conocimos a un alemán que volvía de Santiago y que no tenía suficiente para pagar el albergue (1.000 Ptas.) pero que la muchacha que sellaba le cogió lo que tenía (950). Yo servía de interprete hablando o mejor dicho chapurreando inglés. Aproveché y le pregunté por el camino del día siguiente, comentándome que era un constante sube y baja (al día siguiente le tuve que dar la razón, aunque en ese momento dudé de la información recibida).

 

Sobre las 19:30 nos fuimos al bar para despedirnos de los maños, a los que su familia vino a buscarles. Tomamos unas claras y nos despedimos de dos personas más que terminaban. Les fueron a buscar la mujer, la madre y el cuñado de Vicente. Esta pareja de maños se mantendrán en mi recuerdo como dos personas buenas que me ayudaron en mi camino y que es difícil que las olvide. Su carácter queda marcado por la maravillosa anécdota del hueso de jamón. Espero volver a encontrarlos.

 

Una vez que marcharon, sobre las 21 horas, el resto cenamos unas croquetas y empanadillas y cuando nos dispusimos a salir del bar caían chuzos de punta otra vez. Tuvimos suerte y por la coquetería de Mavi conseguimos que nos llevarán en coche al albergue. Hubieran sido sólo 10 minutos bajo la lluvia, pero hubiera implicado la segunda gran mojada en él mismo día y los cuerpos no estaban para tantas humedades. La colada la recogimos y la tendimos en la cocina como se pudo, al día siguiente fue tendida en la mochila.

 

Al albergue llegaron 5 o 6 personas más, entre ellos 2 ciclistas que echaban pestes del Camino de Rocaforte, pues se habían perdido al estar mal señalizado.

 

Monreal supuso el último albergue del Camino Aragonés donde se siente el espíritu de esta ruta. A partir de aquí se impone la impronta de Roncesvalles donde todo es masificación y carreras para encontrar una cama.

 

En esta etapa se realizaron unos 30 Km. y se dieron unos 42.857 pasos. Es una etapa que se montó a lo largo de todo un día y con tres subetapas, Sangüesa - Lumbier, Lumbier - Izco e Izco - Monreal. Yo creo que estas etapas largas es la forma de llevarlas, no soy partidario de establecer competiciones y carreras. Se tiene todo un día para llegar a un destino y no hay que agobiarse con llegar temprano, hay tiempo para todo. Tan importante como los tiempos de andar son los tiempos de parar y de recuperar fuerzas. Estos momentos son los que se utilizan para hablar y establecer comunicación con el entorno. También es cierto que el camino Aragonés permite más fácilmente este planteamiento por la menor masificación, siempre sabes que tienes cama en el albergue, en el de Roncesvalles los albergues a las 12 de la mañana ya están llenos. Si hay que realizar una etapa de 24 Km., longitud de etapa media,  para llegar a esa hora es necesario primero ponerse en marcha a las 6 horas y segundo no pararse mucho a charlar. Si la media la consideramos de 4 Km. hora no tenemos ni 1 hora para paradas y para conocer el ambiente. Bueno más adelante continuaré con esta disertación, uno de los motivos de mi abandono en  Estella.

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